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BIOCOMPARTIENDO

Número 11 del 2020 / Perú, miércoles 1 de abril

¡Por una vida sana y feliz; libre de transgénicos cancerígenos!

¡ Quédate en casa ¡

Editor Fernando Alvarado de la Fuente / bioferdi@hotmail.com

Ver todos los números de Compartiendo en: www.ideas.org.pe

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INDICE

  • Noam Chomsky: "Esta crisis es el enésimo ejemplo del fracaso del mercado"
  • Daniel León – Una mirada humanista sobre la crisis
  • "La Covid-19 y las epidemias del neoliberalismo" , por Marcos Cueto
  • Rambo contra el coronavirus
  • El fin del economicismo y retorno del Bien Común: otras lecciones del COVID-19
  • CALENDARIO AGROECOLOGICO 2020

 

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Noam Chomsky: "Esta crisis es el enésimo ejemplo del fracaso del mercado"

 

El lingüista, filósofo y politólogo docente en el MIT, se refiere a la crisis de salud detonada por el COVID-19. En una breve conversación con su traductora italiana, Chomsky extrapola la pandemia más allá de la biología: "El asalto neoliberal ha dejado a los hospitales sin preparación", dice.

 

Mónica Garrido

26 Mar 2020 09:59 am

 

Parte importante de la población mundial ahora funciona con el coronavirus en sus mentes. Lavarse las manos ya no es un rito casual. Mientras algunos cuentan 20 segundos, otros cantan melodías en el proceso. En simultáneo, los estornudos y tos se remiten a un pañuelo destinado a la basura o el antebrazo -como siempre debió ser-, y abundan las mascarillas en los rostros. Se creyó que eso sería suficiente, pero de enero a la fecha, ya no hay eventos masivos, el trabajo en casa se ha extendido y el confinamiento parece ser la mejor medida.

 

"La situación es muy grave. Y no hay credibilidad en la afirmación de que el virus se propagó deliberadamente", dice Noam Chomsky al ser consultado sobre la crisis de salud que tiene al coronavirus como protagonista.

 

En conversación vía correo con su traductora italiana -Valentina Nicol- para el medio Il Manifesto, el lingüista y politólogo responsabiliza al modelo neoliberal y a la administración de Donald Trump -en el caso de la respuesta estadounidense-.

 

"Los países asiáticos parecen haber logrado contener el contagio, mientras que la Unión Europea actúa con retraso", afirma Chomsky sobre el modo de enfrentar el virus. "La reacción de los Estados Unidos ha sido terrible. Era casi imposible incluso hacer pruebas a las personas, así que no tenemos ni idea de cuántos casos hay realmente".

 

Arremetiendo contra el Presidente de Estados Unidos, el republicano Donald Trump,  Noam Chomsky acusa que se subestimó la gravedad de la pandemia.

 

"Hasta ahora, tanto Trump como Kushner [Jared, su yerno y su asesor cercano] han minimizado la gravedad de la crisis. Esta actitud se ha visto amplificada por los medios de comunicación de la derecha, por lo que muchas personas han dejado de tomar las precauciones más básicas", sentencia Chomsky.

 

El autor de Nuevo Orden Mundial y Lucha de Clases, amplía las causas de la situación actual más allá de los gobiernos regentes y apunta al modelo neoliberal como uno de las factores relevantes: "El asalto neoliberal ha dejado a los hospitales sin preparación. Un ejemplo entre todos: las camas de los hospitales han sido suprimidas en nombre de la 'eficiencia'", asegura.

 

"Esta crisis es el enésimo ejemplo del fracaso del mercado, al igual que lo es la amenaza de una catástrofe medioambiental. El gobierno y las multinacionales farmacéuticas saben desde hace años que existe una gran probabilidad de que se produzca una grave pandemia, pero como no es bueno para los beneficios prepararse para ello, no se ha hecho nada", explica apuntando a la búsqueda de beneficios económicos por sobre el bienestar social.

 

Ya lo decía en su libro ¿Quién domina el mundo? (2016, Ediciones B), específicamente en el capítulo denominado "El Reloj del Apocalipsis". Desarrollando argumentos en torno a la amenaza de una guerra nuclear en paralelo al Cambio Climático, el docente del MIT es claro: hacer la diferencia depende de nosotros.

 

"Este es el mundo que hemos estado viviendo y en el que vivimos hoy. Las armas nucleares plantean un peligro constante de destrucción inmediata. No obstante, en principio sabemos cómo aliviar la amenaza, incluso eliminarla, una obligación aceptada (y descuidada) por las potencias nucleares que han firmado el TNPN. La amenaza del calentamiento global no es instantánea, aunque es funesta a largo plazo y podría incrementarse de repente. En este caso no está del todo claro que tengamos la capacidad de afrontarla, pero no cabe duda de que cuanto más lo retrasemos, más brutal será la calamidad", escribió respecto al panorama mundial pre-coronavirus.

 

"Las perspectivas de una supervivencia digna a largo plazo no son altas a menos que haya un cambio de rumbo significativo. Gran parte de la responsabilidad está en nuestras manos; las oportunidades, también", concluye en el capítulo, sin saber que también anticipaba la respuesta a una pandemia en 2020.

 

Fuente: https://culto.latercera.com/2020/03/26/noam-chomsky-coronavirus/?fbclid=IwAR1wVytfZ9loJAqzIULoRgOsSQPrG7uFT1h43Kgp_jAWRwvAwUobioiFIoA

 

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Daniel León – Una mirada humanista sobre la crisis

30.03.2020 - Rosario, Argentina - Redacción Argentina

 

La coyuntura actual nos acerca seguramente a la Nación Humana Universal. Se trata de un evento psicosocial – evidente en el mundo interconectado en que vivimos -, que nos pone con claridad frente al sufrimiento, los temores y las tribulaciones de miles de millones de personas.

 

Compartimos la mirada de esos miles de millones: todos recibimos continuamente las preocupantes noticias del avance del virus en el planeta. Y se comienza a resquebrajar el aparentemente indestructible mundo globalizado neoliberal. Surgen las protestas airadas de los gobernantes e ideólogos de la extrema derecha, que sienten que pierden poder. Es en los países gobernados por la derecha capitalista donde más rápido corre el virus. Por eso Bolsonaro acusa al virus de ser un invento de la «izquierda global». Lo mismo decía Trump respecto del cambio climático. Pero lo cierto es que el control de la situación se les escapa de las manos, y tienen que retroceder en sus declaraciones.

 

Mientras tanto, la humanidad contempla azorada un paisaje nunca visto. Se desintegran los antiguos sistemas de creencias. Lo que se creía que no era posible está sucediendo, y lo que se creía que iba a suceder no sucede. Se desestructura la conciencia. En poco tiempo más, hará un esfuerzo por recomponerse, en una nueva situación. Los diferentes actores del mundo adoptan nuevos roles, en un nuevo escenario. Y la humanidad se percibe más unida. Ha aumentado la cohesión entre las conciencias individuales. Hay más contacto, más interacción. Aumenta por lo tanto, la conciencia del conjunto sobre sí. Y eso nos acerca a la Nación Humana Universal…

 

Por otra parte, se ha puesto en evidencia la puja entre el valor del dinero y el valor de la existencia humana. Un funcionario de segunda de los EEUU ha declarado que «los mayores de 70 deberían sacrificarse para que no se detenga la economía, y este siga siendo un gran país» (seguramente él no se piensa entre los «sacrificables»). Y todo esto sucede ante los ojos del mundo… Para enormes mayorías surge con claridad – con necesidad sentida -, que el ser humano debe convertirse en el valor central.

 

Pero ampliemos nuestra mirada…

 

El Universo evoluciona desde lo simple a lo complejo. Partimos hace 15.000 millones de años con una explosión de energía sin forma, para luego sintetizar los primeros átomos de hidrógeno. Más adelante se formaron las estrellas, y a partir de ellas, los elementos mas pesados y complejos. Con la expansión y el tiempo, se formaron los planetas, y allí, la complejidad dió un nuevo salto al aparecer el fenómeno de la vida. Pero también los organismos vivos comenzaron a avanzar en complejidad creciente, hasta alcanzar en nuestro planeta y en el momento actual al ser humano. Este no es simplemente un ser natural, sino que es sobre todo un ser social e histórico. El ser humano fue evolucionando en la misma medida en que fue transformando el medio natural. Así, ha surgido un ser humano, en un mundo humano. Los nuevos ejemplares (humanos) resumen en sí el proceso de millones de años previos, y pueden aceptar o, eventualmente, redireccionar lo recibido. Por eso la complejidad del ser humano avanza aceleradamente, porque no es un ser aislado, sino en continua interacción social. Una interacción que hoy más que nunca se acrecienta y acelera con las nuevas tecnologías de la comunicación.

 

Llegamos entonces así al ser más complejo del universo conocido: la Humanidad. Más de 7500 millones de componentes (de por si muy complejos) cada vez más interconectados. La Humanidad es un ser sumamente complejo y emergente: un ser no plenamente formado, sino en etapa de integración, en una etapa de complementación creciente. ¿A qué síntesis llegará? ¿Hasta qué nivel llegará su grado de integración? ¿surgirá una Mente humana global, una Mente de otro nivel? ¿Será este un requisito para ser aceptada en el Universo?

 

La orientación de Silo para todo ser humano individual, también vale para este: la Humanidad necesita despertar y destruir sus contradicciones internas. Necesita eliminar toda forma de violencia y alcanzar la belleza de la Nación Humana Universal.

 

Pero una vez más, la supervivencia dependerá de un posible salto en el nivel de sensibilidad y en el nivel de conciencia. Los eventos actuales parecen indicar que avanzamos precisamente en ese sentido, y probablemente, que estamos frente al desarrollo de una nueva – inimaginable – era axial. ¡Que así sea!

 

Categorías: Humanismo y Espiritualidad, Internacional, Opiniones

Tags: emergencia coronavirus, Nación Humana Universal

 

Fuente: https://www.pressenza.com/es/2020/03/daniel-leon-una-mirada-humanista-sobre-la-crisis/?fbclid=IwAR2EQ6eZZWAeRslWg1DqmtXBP_Y66k6ayZOsbo1EMxWzlQIU1_a7Tu4o910

 

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27 MAR 2020 IEP EN MEDIOS

"La Covid-19 y las epidemias del neoliberalismo" , por Marcos Cueto

Lee el artículo de Marcos Cueto, exdirector e investigador asociado del IEP, escrito para el Diario el País►https://bit.ly/3dw1I7r

 

Las epidemias regresan cada cierto tiempo para recordarnos nuestra vulnerabilidad. Vulnerabilidad ante la enfermedad y ante el poder. En pocos meses, algo que parecía una catástrofe distante se ha convertido en una tragedia cotidiana. Esta enfermedad producida por un insidioso agente infeccioso —popularmente conocida como coronavirus— se ha extendido a casi todos los rincones del planeta; revelando la torpeza de los gobiernos autoritarios populistas de derecha que atacaron a la ciencia y la salud pública —seguramente para que sus seguidores no piensen racionalmente— y crearon las condiciones para la desinformación, el estigma y el caos que ahora sufrimos.

 

Esta pandemia no es más que la última de una triste secuela que empezó en los años ochenta del siglo pasado cuando la mayor parte de los gobiernos del mundo abrazaron el neoliberalismo y su envenenada doctrina que pregonaba una drástica reducción del gasto público y el desmantelamiento de la intervención del Estado en los programas sociales. De esta manera se creó una cultura adonde el lucro estaba por encima de todo y de todos; adonde valía el recorte de los recursos humanos de los sistemas de salud, tanto nacionales como internacionales, y donde se banalizaron un rosario de desastres sanitarios como el sida, dengue, SARS, H1N1, ébola, zika y ahora la epidemia que nos abruma. Estas epidemias magnificaron la relación entre los sistemas económicos injustos y las adversas condiciones de vida, y confirmaron la persistencia del racismo (solo basta recordar las infelices frases del presidente de los Estados Unidos sobre un virus foráneo y su deliberada asociación con los chinos que ha alentado actos de violencia contra la población de origen asiático). Una doctrina que idealiza el estilo de vida y que guarda silencio sobre la vulnerabilidad estructural en que viven la mayoría de las personas. No es que no sea importante la higiene personal y el autoaislamiento; pero estas medidas no reflejan la realidad de una gran mayoría de familias pobres de comunidades periurbanas que sobreviven apiñadas en espacios diminutos con acceso limitado al agua, distantes de centros de salud y con personas mayores ya víctimas de los principales determinantes sociales de las enfermedades respiratorias: la pobreza, la falta de abrigo y descanso adecuados y la mala alimentación.

 

Las pandemias antes mencionadas surgieron o se agravaron por la discriminación, el deterioro del cambio climático, la violencia contra la naturaleza ejercida por fuerzas extractivas sin regulación y la negación de los derechos humanos, como el derecho a la salud de cualquier persona, que abierta o subrepticiamente glorificó el neoliberalismo. Estos llegaron con una trivialización de muertes y enfermedades evitables y la reproducción de estereotipos criminales contra las víctimas de las epidemias como las minorías sexuales, los pobres, los indígenas y las mujeres. La terrible epidemia que estamos viviendo es el testimonio no solo de las fuerzas económicas, sociales y ambientales que desató el neoliberalismo sino de su incapacidad de construir un futuro inclusivo. También marca la erosión, casi irreparable, de una de las leyes supranacionales más valiosas y que ahora casi nadie recuerda: el Reglamento Sanitario Internacional del 2005.

 

Según este Reglamento, que todos los países del mundo firmaron, la Organización Mundial de la Salud (OMS) iba a coordinar las repuestas a las pandemias. Fue hecha después de numerosas discusiones de acuerdos fundamentales que se remontan a comienzos del siglo XX. Como es evidente casi desde el inicio de covid-19, cada país, estado o municipio ha hecho lo que ha querido, citando cuando le conviene a la OMS. Es importante recordar la recurrente falta de financiamiento internacional que tuvo ese Reglamento y la persistente deslegitimación de esta agencia multilateral de Naciones Unidas —que provocó que las respuestas al ébola en África de hace pocos años fuesen tardías—. Asimismo, es importante mencionar la diferencia entre la crisis económica del 2008 y la crisis de salud del 2020. En el 2008 el Gobierno norteamericano consiguió en pocos días más de 700 mil millones de dólares para salvar a los bancos privados. En contraste, en la epidemia de covid-19, el Gobierno norteamericano inicialmente pidió al congreso norteamericano solamente poco más de dos mil millones de dólares (felizmente el congreso aumentó en algunos miles de millones más esta cifra, pero los recursos son todavía claramente insuficientes). A eso se suma el hecho que en los últimos años la Casa Blanca cortó cerca de 700 millones de dólares para uno de los mejores centros epidemiológicos del mundo, el Centers for Disease Control, y acabó con el equipo encargado de vigilar los brotes epidémicos internacionales que funcionaba al interior de la Presidencia de los Estados Unidos. La recurrencia a usar fondos públicos para los ricos en esta emergencia está escondida en una medida de algunos gobiernos para "estabilizar la economía." El Gobierno de los Estados Unidos va a inyectar poco más de un billón de dólares, de los cuales solo un pequeño porcentaje irá directamente a las familias más necesitadas y las pequeñas empresas, mientras que el grueso será usado para rescatar a empresas privadas tangenciales a los pobres, como las cadenas de hoteles de cinco estrellas, los conglomerados de aerolíneas, las empresas de cruceros y los restaurantes de lujo.

 

A pesar de ello, a veces las calamidades nos presentan oportunidades únicas para reflexionar y ser mejores. En un mundo donde diferentes escándalos compiten para acaparar los medios de comunicación, las enfermedades epidémicas son una ocasión para que la salud pública, los científicos y los historiadores de la salud revindiquemos en voz alta la importancia de nuestros trabajos. Para recordar la relevancia de enfermedades endémicas prevenibles que siguen azotando a la sociedad y con cuya existencia nos hemos vuelto transigentes. Para cuestionar las prioridades del mundo adonde la mayoría de los gastos de los Estados se van en armas y adonde celebramos el dispendio de sumas millonarias en el opio del pueblo: las élites del futbol y del cine. También, para desenmascarar la letalidad del negacionismo científico, para reivindicar la importancia crucial de la prevención y la solidaridad y para redirigir los fondos y los funcionarios públicos que no pueden ser sirvientes de los intereses económicos privados.

 

Algunos historiadores nos hemos dedicado alguna vez a pensar las epidemias y hemos concluido que la ausencia de liderazgo de gobernantes ciegos, así como la xenofobia y la desesperación agravan la calamidad. En el caso de covid-19, existen temas urgentes que requieren del concurso de profesionales de las ciencias socio-médicas como la adhesión de la población a los consejos médicos, la organización de los recursos humanos para hacer frente a las limitaciones de hacer los exámenes y los centros médicos desbordados y para responder con justicia social al grave impacto económico que se proyecta. Como en las valerosas respuestas a otras epidemias de parte de la comunidad, sanitaristas y científicos es importante responder al presente y al mismo tiempo mirar al futuro. Al parecer, en países pobres y de ingresos medios los medios efectivos más baratos son el distanciamiento social (por lo menos un metro y medio entre las personas), las cuarentenas y —además de la cancelación de eventos y reuniones— la suspensión del transporte público, que se está convirtiendo en el gran vector urbano de la Covid-19.

 

Según el historiador de la medicina Charles Rosenberg, las epidemias tienen un ciclo que empieza por la negación, pasa por la resignación y acaba en el olvido. Como en otras epidemias uno de los principales peligros que enfrentamos no es solamente que se intensifique la globalización de la Covid-19 sino que cuando pase la tragedia volvamos a ignorar a la ciencia y la salud pública; que se pierda una oportunidad para acabar con la retroalimentación entre respuestas fragmentadas e insuficientes y la recurrencia de las epidemias. La esperanza de quien escribe es que ahora la historia sea diferente: que podamos no solo controlar, mitigar y planificar las medidas de salud pública sino acabar de convencernos de que la salud pública es intrínsicamente global y que debemos dedicar ingentes recursos a la gobernanza sanitaria mundial y a la investigación; incluyendo la investigación histórica, que nos puede decir mucho más de los desafíos de la salud del pasado para comprender y actuar en el presente y planificar con esperanza el futuro.

 

Fuente: https://iep.org.pe/noticias/articulo-la-covid-19-y-las-epidemias-del-neoliberalismo-por-marcos-cueto/?fbclid=IwAR2EIYWKepeqjYzq8gbpWib9wbAP5lXZOFsBVPVQ2YpB0gtRBMktniUIcJk#.XoPSa5xuPUU.facebook

 

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Rambo contra el coronavirus

Cuando era más necesaria que nunca la presencia de líderes mundiales de talento indiscutible, nos encontramos con que la gran mayoría de dirigentes internacionales comparten la mediocridad como característica común, con muy escasas excepciones

Joaquim Bosch

31/03/2020 - 22:27h

 

Se nos paró la vida. De repente, casi todo ha quedado aparcado: el trabajo diario, nuestros planes más ilusionantes, los encuentros con otras personas a corta o larga distancia. Nos creíamos casi invulnerables como especie humana. Pero ahora nos invade la impotencia tristona y el buen humor forzado del que se limita a esperar el paso indolente de los días.

 

El primer error de enfoque ante esa percepción de fragilidad sería pensar que nos ha ocurrido algo único en la historia de la humanidad. Habíamos olvidado que nuestro planeta ha sufrido reiteradamente pandemias bastante más mortíferas que la de la Covid-19. Y también todo tipo de desgracias colectivas en distintos niveles, en forma de desastres naturales o de guerras devastadoras. Las propias crisis económicas han representado seísmos sociales inesperados que han provocado intensos sufrimientos. Y un ejemplo muy próximo de desastre universal será el que provocará el cambio climático, si somos tan confiados como lo hemos sido ante el coronavirus.

 

No siempre resulta sencilla la previsión de esas calamidades colectivas. En cambio, sí que parece bastante evidente que solo pueden abordarse desde un tejido social vertebrado con eficacia a través de las instituciones. Nadie defendería ahora mismo que este agresivo ser microscópico circulara a sus anchas (como en el libre mercado) y que cada persona se las arreglara como pudiera. Lo mismo ocurre con otras emergencias equivalentes. Es la sociedad organizada la que debe disponer de los instrumentos más consistentes para prevenir la respuesta ante una pandemia, ante un terremoto o ante un cataclismo económico. Y esto último es relevante, porque todos los indicadores nos señalan que las secuelas de esta crisis nos llevarán a una nueva gran recesión.

 

Un Estado Social sólido siempre será el mejor instrumento para afrontar cualquier contingencia, pues dispone de la capacidad para actuar desde la solidaridad institucional. Hemos comprobado estos días las debilidades públicas que se generan cuando nuestro sistema de salud se deteriora irresponsablemente con recortes y privatizaciones.

 

Un verdadero Estado Social asume el compromiso de desmercantilizar a todas las personas y de asegurarles sus necesidades básicas. Se pueden garantizar a través de mecanismos fiscales de redistribución de la renta, algo a lo que nuestras élites económicas siempre se han negado, con un éxito indudable hasta ahora. En palabras de Piketty, la profundización en los criterios redistributivos será una de las claves del siglo XXI. Deberíamos prepararnos institucionalmente para rescatar personas, en contraste con lo ocurrido en la última década, cuando se optó por rescatar a entidades bancarias intocables, a grandes empresas concesionarias habituales y a políticos recolocados en el indecente carrusel de las puertas giratorias.

 

Por otro lado, esta catástrofe es global y nos ha llevado a una paradoja grotesca. Cuando era más necesaria que nunca la presencia de líderes mundiales de talento indiscutible, nos encontramos con que la gran mayoría de dirigentes internacionales comparten la mediocridad como característica común, con muy escasas excepciones. Y la consecuencia solo podía ser una paralizante falta de coordinación interestatal, incluso en el ámbito de la Unión Europea, incapaz de articular medidas de protección que vayan más allá de la codicia mercantilista. Debemos repensar la globalización. Como señala Ferrajoli, es hora de impulsar una iniciativa constituyente a nivel mundial, que genere organismos supranacionales de garantía a escala global.

 

Estas aspiraciones resultan más que legítimas. Pero puede ocurrir lo contrario, como ya pasó tras la crisis de 2007. Estamos viendo todo tipo de afirmaciones de la soberanía nacional, como los cierres de fronteras o las denegaciones de ayuda mutua entre países. Al mismo tiempo, se empiezan a producir las primeras reacciones autoritarias ante la crisis, como acaba de suceder en Hungría, donde se ha perpetrado una variante de autogolpe con apoyo parlamentario. Y la gestión de la crisis en países tan relevantes como Estados Unidos o Reino Unido ha antepuesto los intereses de sus élites económicas a la protección de la salud de las personas. No olvidemos que ese era el debate de fondo en España sobre el acuerdo de paralización de la actividad laboral, el cual ha irritado a nuestros sectores empresariales.

 

En nuestro país no podemos descartar la irrupción de discursos autoritarios que acaben llevando a la desprotección de los más desfavorecidos, en una especie de restauración empeorada. Lo vimos en los últimos años, al incrementarse los recortes de libertades, las desigualdades sociales y la precarización de amplias capas de la sociedad (especialmente de las mujeres). Los anuncios grandilocuentes de determinadas donaciones empresariales, porcentualmente irrelevantes, sin petición de una mayor corresponsabilidad tributaria, son un indicio de maquillaje preparatorio para no contribuir de forma proporcionada a las cargas sociales futuras.

 

Más peligroso será que el autoritarismo acabe impregnando a la ciudadanía, en momentos de excepcionalidad. El miedo se propaga más rápidamente que un virus, porque pueden contagiarse millones de personas a la vez. Algunos signos deberían alertarnos, como el discurso bélico de los gobernantes, acompañados de militares en sus comparecencias. Los soldados en las calles pueden resultar necesarios en estos momentos, pero refuerzan las visiones autoritarias. Y no es cierto que estemos en una guerra. Nos encontramos ante una enfermedad que debe ser atajada con mecanismos de salud pública y de cooperación ciudadana. Es un caso claro de no violencia aplicada a la protección de la integridad física de las personas.

 

Las situaciones de excepcionalidad son delicadas y siempre pueden acabar erosionando las libertades. El riesgo de autoritarismo también ha podido apreciarse con la difusión de vídeos de actuaciones policiales abusivas. Mi trabajo diario me permite conocer la destacada profesionalidad de nuestras fuerzas de seguridad y me lleva a la percepción de que el uso incorrecto de la fuerza tiene carácter minoritario. Pero esas imágenes de violencia gratuita de algunos agentes nos muestran un talante muy negativo de autoritarismo justiciero, que puede acabar calando en la ciudadanía, como lo demuestra el respaldo irracional de bastante gente a actuaciones contrarias a los derechos de las personas.

 

La gestión presente de esta crisis va a condicionar las bases de nuestra vida cuando la pandemia quede neutralizada. No deberíamos permitir que John Rambo venga a salvarnos con machetazos y admoniciones apocalípticas, que encubren el servilismo hacia los más privilegiados. De la amenaza contra nuestra salud nos salvará la cultura del cuidado, la ternura que sentimos hacia otros seres humanos, nuestra voluntad inquebrantable de plantar cara al sufrimiento. Todo ello queda simbolizado ahora por el impresionante esfuerzo de nuestro personal sanitario. Esos valores de la solidaridad son los que después nos deben seguir salvando.

 

Daniel Defoe nos dijo que la peste aumentaba las rencillas entre los seres humanos y Albert Camus escribió que su peor efecto era que desnudaba las almas. Lo observamos ahora cuando se instrumentalizan los muertos por coronavirus para buscar ganancias partidistas. Los días pasan sin prisa, con lentitud parsimoniosa, pero el tiempo transcurre inexorablemente. Hay que empezar a construir un mañana mejor. Como sabía Ghandi, debemos ser el cambio que queremos ver en el mundo.

 

Fuente: https://www.eldiario.es/tribunaabierta/Rambo-coronavirus_6_1011808871.html

 

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El fin del economicismo y retorno del Bien Común: otras lecciones del COVID-19

El sufijo "ismo" indica pertenencia, consonancia. Lo usamos a menudo para enfatizar algún tipo de identidad. Así, el "ismo" también es utilizado cuando queremos destacar una perspectiva única y limitada, que excluye a todas las demás. Cuando eso ocurre estamos ante un "reduccionismo". El economicismo es un reduccionismo. Y es letal en términos humanos.

 

30 de Marzo del 2020 - 9:20 AM

Ricardo L.  Falla Carrillo

 

Juan Pablo II, en una de sus cartas encíclicas más visionarias, Laborem Excercens (1981), estableció una interesante crítica, desde la ética social y desde el humanismo cristiano, a los reduccionismos, tanto el materialista histórico como el liberal. A su juicio, el materialismo ponía énfasis en el conflicto entre capital y trabajo, situándolos en el mismo plano. Por otro lado, el capitalismo liberal, asumía la preeminencia del capital sobre el trabajo. Para el papa Wojtyla, la cuestión era evidente: "que van en la línea de la decisiva convicción de la primacía de la persona sobre las cosas, del trabajo del hombre sobre el capital como conjunto de los medios de producción" (LE, III, 13).

 

Esta preferencia de la persona humana (y lo que ella es y hace), es el punto central de la antropología humanista, que asume que nuestra condición es digna por si misma y que todos los medios (recursos económicos, tecnologías, conocimiento, entre otros) están subordinados a la condición humana y que la labor humana se desprende de esa condición. Por lo tanto, el trabajo no debería estar en conflicto ni subordinado al capital.

 

Para entender y valorar esta línea argumental, no es preciso creer en un principio teológico. Basta asumir que el fundamento nuclear del orden social, político y económico es la persona humana. Y que los esfuerzos de la misma comunidad humana, comunidad histórica que aprende en el tiempo sobre el mundo y sobre si misma, se dirigen a salvaguardar nuestra dignidad.

 

El error del economicismo fue reducir la compleja y rica condición humana a una sola dimensión: la económica. Y en ese error, tornar al ser humano en un recurso económico, y convertir a la totalidad de instituciones sociales, políticas y culturales, en medios que garanticen la acumulación de capitales de todo tipo. Los efectos de esta reducción al ámbito productivo se pueden observar en los diferentes ámbitos. Así, la cultura, la educación, la ley, el derecho, el conocimiento teórico y técnico, en vez de estar al servicio de la persona y de la sociedad, estaban al servicio de la acumulación del capital.

 

Esa distorsión moral, radicalizó la destrucción de la naturaleza, socavando el ecosistema planetario y poniendo en peligro la vida de la "casa común" de la que habla el papa Francisco en su célebre encíclica "Laudato si" (2015). Cuando la acción humana, no está sometida a principios universales de justicia, es capaz de devorar las condiciones naturales que permiten que la vida exista en nuestro mundo. La falta de límites en la acumulación de riqueza, es la causa directa de la devastación de la naturaleza, de la explotación laboral y de la manipulación de masas de gran parte de la humanidad.

 

Pero el error economicista también se puede dar en el ámbito de los usos conceptuales. Los países, es decir, las sociedades políticas, se convierten en "economías" (es decir, factorías de producción), el trabajador en "colaborador" (no en sujeto de derechos laborales), el ciudadano en "consumidor" (sin condición política), el autoempleo precario en "emprendedor informal", entre otros. Una maraña conceptual que ocultaba las enormes distorsiones del mundo social, producido por el economicismo liberal. Pues a golpe de COVID- 19, se descubre que somos sociedades, comunidades políticas e históricas. Descubrimos que hay trabajadores con derechos humanos sociales. Nos percatamos que un consumidor no es lo mismo que un ciudadano. Y que un emprendedor informal es alguien que hace lo que puede para sobrevivir.

 

George Orwell, acucioso lector de su época, decía con relación a los totalitarismos "que primero se robaban las palabras y después sus significados". Con ello, el gran escritor inglés ponía de manifiesto la enorme red de palabras que un sistema construye para legitimar un estado de cosas. En el caso del economicismo liberal se arrogó el derecho de ser considerada la única forma de hacer ciencia e identificando los fines de una determinada visión de la economía con los fines sociales de una nación.

 

Branko Milanovic, uno de los economistas mejor formados de nuestra época, ha escrito recientemente que el efecto económico más perverso de la pandemia es el colapso social de nuestra civilización, porque esta ya venía afectada por el aumento sostenido de las desigualdades. Evitar este colapso involucra hacer un esfuerzo social, político, científico y económico sin precedentes en un siglo. E implica superar el economicismo liberal y reencontrar la profunda locución histórica del "Bien Común", que resume gran parte de la evolución ética de la humanidad. El concepto de Bien Común nos asume como una sociedad política, como una comunidad histórica en el tiempo que aprende de su propia experiencia. Así, debemos reencontrarnos con la complejidad histórica y cultural de una sociedad.

 

NOTA: "Ni GRUPORPP ni sus directores, representantes o empleados serán responsables bajo ninguna circunstancia por las declaraciones, comentarios u opiniones vertidas en la presente columna, siendo el único responsable el autor de la misma".

 

Fuente: https://rpp.pe/columnistas/ricardoleninalfredofallacarrillo/el-fin-del-economicismo-y-retorno-del-bien-comun-otras-lecciones-del-covid-19-noticia-1255108?utm_source=FB&utm_medium=social&utm_campaign=share_button&fbclid=IwAR1agv_LEVoKdMuJ6lAt5sC8WmWWMr1Y4q8J1hLpn03JRsF_f-DECCzJIbM

 

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CALENDARIO AGROECOLOGICO 2020

 

ABRIL

* miércoles 1 abril, Día Mundial de la Educación

* martes 7 abril, Día Mundial de la Salud

* sábado 11 abril, Día del Niño

* 9 y 10 abril, jueves y viernes santo, feriados

* miércoles 22 abril, Día Mundial de la Tierra

MAYO

* viernes 1 de mayo, Día del trabajo.

* domingo 10 mayo, Día de la Madre

* viernes 22 mayo, Día Mundial de la Diversidad Biológica

* miércoles 27 mayo, Día del Idioma Nativo, el Quechua

* sábado 30 mayo, Día Nacional de la Papa

* domingo 31 mayo, Día del NO Fumador; Reflexión sobre los desastres naturales

JUNIO

* viernes 5 junio, Día Mundial del Medio Ambiente

* domingo 21 junio, Día del Padre

* domingo 21 junio, Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía

* miércoles 24 junio, Día del Campesino, Inti Raymi, feriado

* lunes 29 junio, San Pedro y San Pablo, feriado

* martes 30 de Junio, día nacional de los granos andinos: quinua, kañiwa, kiwicha, tarwi.

JULIO

* lunes 6 julio, Día del Maestro

* sábado 11 julio, Día Mundial de la Población

* martes 28 y miércoles 29, Fiestas Patrias, feriados

AGOSTO

* Domingo 06 de agosto Día del Agrónomo en el Perú, para conmemorar la fundación de la Universidad Nacional Agraria La Molina

* miércoles 9 agosto, Día Internacional de las Poblaciones Indígenas.

* sábado 12 agosto, Día Internacional de la Juventud

* miércoles 19 de agosto (1989-2020) Trigésimo primer (31) aniversario RAE Perú

* sábado 22 agosto, Día Mundial del Folklore

* jueves 27 de agosto (2011-2020) Noveno Aniversario del Mercado Saludable de La Molina

* domingo 30, Día de Santa Rosa de Lima. Feriado

SETIEMBRE

* martes 1 setiembre, Día del Árbol

* sábado 12 setiembre, sexto aniversario de la Red de Ferias y Mercados Ecológicos

* miércoles 16 setiembre, Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono

* lunes 21 setiembre, Día Internacional de la Paz.

* miércoles 23 setiembre, Día de la Juventud y la Primavera.

* 23 al 27 de setiembre. Perú, mucho gusto, en Lima

 

OCTUBRE

* XVI ENAE Encuentro Nacional de Agricultura Ecológica en Ayacucho

* jueves 8, Combate de Angamos, feriado

* jueves 15 octubre, Día Mundial de la Mujer Rural

* viernes 16 octubre, Día Mundial de la Alimentación

* lunes 19 octubre, (2007-2020) Décimo tercer aniversario de la Plataforma PERÚ País LIBRE DE TRANSGÉNICOS

* jueves 29 octubre, (2004-2020) décimo sexto aniversario de la Red Peruana de Comercio Justo y Consumo Ético

NOVIEMBRE

* domingo 1, Día de Todos los Santos, feriado

* sábado 7 noviembre, (2002-2020) décimo octavo aniversario del Comité de Consumidores Ecológicos

* martes 10 noviembre, Día del Libro

* martes 17 noviembre, (1998–2020) Aniversario 22 del Grupo EcoLógica Perú

* viernes 20 noviembre, Día Universal de los Derechos del Niño

* miércoles 25 noviembre, Día Internacional de la NO Violencia contra la Mujer

* domingo 29 noviembre, (1978-2020) el Centro IDEAS celebra su 42 aniversario

DICIEMBRE

* martes 1 diciembre, Día de la Prevención del SIDA

* jueves 3 diciembre, Día Internacional del No Uso de Agroquímicos.

* jueves 3 diciembre, Día nacional de la promoción de la Agricultura Ecológica.

* sábado 6, (1999-2020) Vigésimo primer Aniversario de la BioFeria de Miraflores.

* jueves 10 diciembre, Día de la Declaración de los Derechos Humanos

* lunes 14 diciembre, día del Cooperativismo Peruano

* viernes 25 diciembre, Navidad, feriado

* viernes 1 de enero 2021, feriado

 

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BIOCOMPARTIENDO # 11 - 2020

¡ Por una vida sana y feliz, libre de transgénicos cancerígenos !

¡ Quédate en casa ¡

Miércoles 1 de abril de 2020

 

Editor: Fernando Alvarado de la Fuente

 

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