Reciba el cordial saludo de la Representación Perú del Instituto
Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), organismo
especializado en agricultura del Sistema Interamericano cuya misión es
estimular, promover y apoyar los esfuerzos de los Estados Miembros,
para lograr el desarrollo agrícola y el bienestar rural por medio de
la cooperación técnica internacional de excelencia.
En esta oportunidad, me es grato hacerle llegar el artículo de opinión
titulado "Estrategias sólidas y una gran coalición para mejorar la
situación de las mujeres rurales", el cual ha sido preparado por el
Dr. Manuel Otero, Director General del IICA, con motivo del Día
Internacional de la Mujer, el cual se publicará en los principales
medios de comunicación en los países de las Américas.
En virtud de lo anterior y considerando la importancia que la línea
editorial de la Agencia Agraria de Noticias, otorga a este tema, pongo el
documento a su disposición con la expectativa de que encuentre de
interés publicarlo.
Agradezco de antemano su atención y quedo a sus órdenes.
Atentamente,
Héctor Cortés Gómez-Rueda
Representante
Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA)
Representación Perú
Tel: (511) 349-2273
"Estrategias sólidas y una gran coalición para mejorar la situación de
las mujeres rurales".
Por Manuel Otero
Director General del Instituto Interamericano de Cooperación para la
Agricultura (IICA)
Abordar las desigualdades y reducir las brechas que enfrentan las
mujeres rurales requiere conocer la situación que ellas viven todos
los días como productoras, reproductoras e integrantes de
organizaciones.
Políticas públicas sólidas, programas y acciones afirmativas que
incorporen el enfoque de género al ámbito rural, requieren también,
junto a estrategias adecuadas, una gran coalición social capaz de
sensibilizar sobre un aspecto crucial para el mundo moderno.
Las mujeres que viven en el campo se caracterizan por la diversidad:
son indígenas, afrodescendientes, campesinas, pescadoras, artesanas,
migrantes, jóvenes y adultas.
En América Latina y el Caribe viven 60 millones de mujeres rurales, de
las cuales 17 millones están registradas como económicamente activas y
solo 4,5 millones son consideradas como productoras agrícolas.
A pesar de que muchas son grandes productoras, exportadoras y líderes
de organizaciones, todavía se las considera "la esposa del productor"
o una "ayudante", relegándolas a un rol subordinado.
En el mundo, las mujeres producen la mitad de los alimentos, pero
siete de cada 10 personas con hambre son mujeres.
Las mujeres poseen menos del 15% de las tierras y menos del 2 % de las
propiedades en los países en desarrollo. Además, reciben solo el 10 %
de los ingresos en el mundo pese a realizar dos tercios de todo el
trabajo. De 800 millones de personas analfabetas, las mujeres rurales
constituyen hasta dos tercios y representan el 43 % de la mano de obra
agrícola en el mundo.
En el caso de las mujeres jóvenes, trabajan más horas, pero menos
horas remuneradas, por lo que suelen carecer de ingresos propios, lo
que las hace más dependientes de sus padres, hermanos o pareja, lo que
deriva en muchos casos en situaciones de abuso y control, y otras
expresiones de violencia de género.
Las mujeres en las zonas rurales tienen los peores índices de empleo y
de acceso a los servicios básicos, y predominan en trabajos informales
y de más baja remuneración.
Si tuvieran el mismo acceso a los recursos productivos que los hombres
rurales, el rendimiento de sus cosechas aumentaría hasta un 30%, con
una reducción del hambre de hasta un 17%.
Más del 60 % de las familias más pobres están encabezadas por mujeres
y viven en tierras marginales, sin acceso a los avances tecnológicos
que permiten una producción de más alto rendimiento.
Su pobreza incluso les impide acceder a los insumos más básicos para
la producción como fertilizantes, pesticidas y maquinaria básica para
participar en las cadenas productivas y de comercialización. Estas
desigualdades afectan directamente la productividad de los territorios
rurales y la seguridad alimentaria del mundo. La subrepresentación
política y la exclusión digital son otros aspectos de esta realidad.
Se trata de un escenario que nos obliga a pasar a la acción y promover
decididamente, con la participación de gobiernos, organismos
internacionales, el sector privado y organizaciones de la sociedad
civil, el ejercicio de ciudadanía de todas las mujeres en los
territorios rurales de nuestra América.
Una acción rápida, consistente y con visión de largo plazo producirá
un enorme y beneficioso impacto social.
Las mujeres que reciben ingresos son más propensas que los hombres a
invertir en la alimentación y una mejor educación para sus hijos e
hijas. Por eso, además de inmoral, la discriminación es ineficiente.
No podemos esperar más. Ellas tampoco.
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