Una visión desde el comercio, no para ataque sino como un punto de vista para el análisis, de acuerdo a parámetros...peor es la respuesta ideologizada. La agricultura fue afectada seriamente durante largos años de la Reforma Agraria,sus sesgados puntos de vista son dignos de la Venezuela colapsada. El horizonte de lo posible es la Ciencia que maneja muchos ángulos incluida a la Ecología,lamentablemente dominada por conceptos fundamentalistas
Ya de esto estamos curados
lels
Enviado: viernes, 5 de agosto de 2016 22:59:46
Para: 'Agronegociosenperu'
Asunto: [GA] La locomotora agraria y MI OPINIÓN
Comienza la artillería contra el Ministro desde El Comercio. Pronto vendrá la TV y sus entrevistados.
Un criterio realista del Ing Hernández ha irritado a los encomenderos de hoy, tratando que se consolide un sistema agrario del siglo XVII.
Lorenzo Castillo
http://elcomercio.pe/opinion/editorial/editorial-locomotora-agraria-noticia-1921997?flsm=1
EL COMERCIO, Viernes 05 de agosto del 2016
Editorial: La locomotora agraria
Los primeros anuncios del nuevo ministro de Agricultura preocupan por su anacronismo.
En una entrevista publicada este miércoles en el diario "Gestión", el flamante ministro de Agricultura, José Manuel Hernández, anunció que buscará "convertir el agro en la locomotora del desarrollo nacional" y para ello se abocará a "apoyar a los pequeños agricultores". Objetivos que pueden ser muy loables pero difíciles de alcanzar si, como parece, los rieles sobre los que se pretende hacer andar dicha locomotora más bien ralentizarían su marcha.
En la misma entrevista, el ministro Hernández se mostró alarmado por la concentración de tierras en manos de unos pocos propietarios y anticipó que se podría "ir regulando la concentración de la propiedad [agraria]". "Nosotros queremos que haya una partición de lotes de menor tamaño para que participen pequeños y medianos agricultores, pero organizados", manifestó. Y añadió que se deben evitar predios de gran tamaño pues dan "una capacidad de dominio muy peligrosa".
Preocupa, sin embargo, que quien tiene a su cargo el manejo de un sector fundamental para el desarrollo del país, dé muestras de una visión anacrónica sobre la propiedad de la tierra. Más aun cuando esta mirada colisiona con el propio plan de gobierno del partido oficialista, que reconoce la existencia en el Perú de una "elevada fragmentación de la propiedad de la tierra" (80% de unidades agrarias menores a las cinco hectáreas), y que esta partición resulta perniciosa pues "limita la organización de la producción, la provisión de servicios, la producción a escala y la productividad".
Las alarmas del ministro se sostienen en el mito de que, en el país, va aumentando la concentración de tierras con potencial agrícola. No obstante, según el último Censo Nacional Agropecuario, publicado por el INEI en el 2012, el número de productores agropecuarios que laboran en pequeñas unidades de tierra (menos de cinco hectáreas) se ha incrementado en un 40,3% desde 1994; mientras que, por el contrario, los medianos y grandes propietarios se han reducido en 15,5% y 11,5%, respectivamente.
Pero aun si ciertos grupos lograran acumular un mayor porcentaje de tierras, ello no tendría por qué ameritar satanizaciones ni regulaciones estatales. Negocios de mayor escala permiten una reducción de costos y aumentar la productividad, para beneficio tanto del agro como de los consumidores. Este ha sido el caso con el mango, el espárrago y las hortalizas. Y ha permitido que nuestras exportaciones agrarias lleguen a 147 países el año pasado.
Así las cosas, parece que el desarrollo de eficiencias y el incremento de la productividad no serán el combustible que echará a andar la locomotora del ministro, quien más bien apostaría a un insumo más costoso: la billetera estatal.
Más allá del programa de asistencia técnica y capacitación Serviagro –que dispone de un presupuesto de S/100 millones este año y con el que espera llegar a los S/1.000 millones este quinquenio– y el programa Sierra Azul para rehabilitar andenes y sistemas de riego –con un presupuesto inicial de S/300 millones–, el principal instrumento sería Agrobanco.
Si el plan de gobierno de Peruanos por el Kambio señalaba un de por sí reprobable aumento de capital de S/300 millones al banco de fomento agrario, el ministro Hernández ha anunciado que el gobierno planea inyectar S/500 millones para tratar de reducir las tasas de interés en los préstamos a agricultores. Es decir, los intereses no responderán al riesgo ni al costo real del dinero, sino al nivel de subsidio estatal.
Financiar la producción con dinero del Estado es una pésima política crediticia, pues supone canalizar fondos públicos hacia actividades que no se sostienen por sí mismas. Las nefastas consecuencias que traen este tipo de medidas las conocemos muy bien. La ineficiencia del Banco Agrario durante los años ochenta fue tal que menos del 10% de su financiamiento provenía de recuperaciones y el 90% era producto de la emisión monetaria del Banco Central.
Todo indica que, bajo el imperio de estas ideas atávicas, la locomotora que pretende conducir al agro nacional podría quedar parada antes de dejar la estación.
MI OPINIÓN.-
La historia del contraste entre riqueza y pobreza en el campo se hace presente en la vida del país al ingresar el tema al debate político cuando la ciudad descubre al campo, y condena las diferencias con intensidad creciente desde el 1900 hasta hacerse todopoderosa en los 1960. Al mirar al campo, la polaridad tan típica entre arrogancia y resentimiento -dos extremos que se potencian entre ellos- se hace imagen y emoción en la mentalidad de los peruanos. Lo visible era el atraso y pobreza del campo y del campesino, a pesar de que el mundo urbano ya era mayoritario a mediados de siglo.
"La sociedad y lo imposible. Los límites imaginarios de la realidad". Este es el título del libro más reciente del sociólogo peruano-francés Danilo Martuccelli. Las sociedades, dice el autor, haciendo gala de una erudición y una ambición impresionantes, requieren de la creencia de que el mundo tiene límites insuperables, ante los cuales los deseos humanos son vanos. Este recurso produce seguridad física y, al mismo tiempo, evacua acciones que podrían resultar disruptivas para el orden social. La invocación a "lo que se puede" y a "lo que no se puede" es un tribunal sin apelación.
Ahora bien, la definición de los límites del mundo -lo que el autor denomina "regímenes de realidad"- es el fruto de una elaboración cultural y simbólica. En la historia de la humanidad, señala, estos han sido tres: el religioso, el político y el económico, cada uno con su figura emblemática: Dios, el Rey y el Dinero; cada uno fundado en un temor atávico: el infierno, la violencia y, en el económico, la escasez.
Vivimos, huelga decirlo, en el "régimen de realidad económica", que partió cuando la economía desplazó a la política como fundamento de realidad, del mismo modo como antes esta había desplazado a la religión; cuando la sociedad dejó de actuar por la voluntad del soberano o por un designio divino, y lo hizo por medio de un sistema impersonal de producción de riqueza. Este tránsito trajo consigo que la disciplina económica -que en la Grecia antigua fue una función de esclavos- se transformara en la encargada de fijar la demarcación entre lo posible y lo imposible, ejerciendo una función semejante a la que cumplió la teología en el régimen religioso, o la filosofía en el régimen político.
Erguida como la gran disciplina científica de los nuevos tiempos, la economía ofreció una visión de la sociedad como una máquina que responde a una física social, no como un proyecto histórico que responde a la conciencia humana. Adam Smith habla de un orden natural y espontáneo que nace armoniosamente del desorden y de la competencia, con una "mano invisible" que se vuelve la versión laica de la providencia. Marx alude a la infraestructura económica como una realidad autónoma que determina la conciencia, las instituciones y las ideas políticas y religiosas, e incluso los problemas que los hombres pueden resolver. Para ambos, el ser humano está sometido a fuerzas impersonales, a leyes inexorables y universales, que se aplican a cualquier escala.
De aquí nace, dice Martuccelli, el atractivo de la economía. Ella presenta la realidad social como algo sometido a regularidades invariables, similares a las que la física descubriera para el mundo natural, a las que se accede, igual que en su caso, mediante la deducción y el análisis cuantitativo. Es lo que le permite formular las cuestiones de la sociedad como asuntos sometidos a causalidades independientes de toda representación moral o ideal del mundo, y sostener sin sonrojarse que si las sociedades no se pliegan a las reglas del pensamiento económico (a "la realidad"), hay que transformarlas para que se adecuen a ellas.
Ese mundo, afirma Martuccelli, el mundo de Smith y de Marx, de los neoliberales y de los socialdemócratas, estaría llegando a su fin.
La hegemonía de los economistas se basó en el principio de que el crecimiento es el camino para mitigar la amenaza de la escasez. Ahora, sin embargo, el temor a la escasez ha sido sustituido por el miedo a la abundancia -y a lo que esta lleva consigo: la destrucción del planeta-, con lo cual el bienestar se desacopla del crecimiento. Con este desplazamiento, ya no son la economía y los economistas quienes determinan el horizonte de lo posible, sino la naturaleza y los ecologistas. Aunque ahora, en la era del antropocen o, tal horizonte deja de ser un asunto exterior a los hombres, y pasa a ser un límite que tendrán que fijar ellos mismos. Así lo sugieren los acuerdos sobre cambio climático alcanzados en la COP 21, donde la política ha vuelto a tomar el control sobre la realidad.
Ya no son la economía y los economistas quienes determinan el horizonte de lo posible, sino la naturaleza y los ecologistas.
Saludos,
Alvaro Córdova G.
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